miércoles, 19 de agosto de 2009

EL SILENCIO DE LAS ENFERMERAS

Escrito por: santiagodurante el 23 Jul 2009 -

La Doctora Romero Jáuregui de Pose (1), afirma que la enfermera: “Debe tener conocimientos que le permitan seguir una conversación con personas de cultura superior; eso ayuda a entender al enfermo y la hace agradable a las personas que la rodean.” Podemos interpretar de este párrafo que los estratos sociales de los que provenía el grueso de estudiantes de Enfermería poseían una “cultura inferior”- desde el manejo inadecuado que hace del concepto de cultura -. Pero según ella, la Enfermera debe cuidar muy bien de lo que habla, lo que opina y lo que dice. Entre las “condiciones morales” que debe poseer la Enfermera, la autora resalta: “esa firmeza femenina mucho más grande que la masculina, es porque es más silenciosa y más constante”.

Será tal vez éste el origen de la conocida máxima: “El silencio es salud” junto con el cuadrito de la Enfermera chistando en la sala de guardia. Pero el silencio al que hace referencia la Dra. Romero Jáuregui de Posse no es el de los acompañantes y visitantes ocasionales que pueden perturbar el descanso de los enfermos internados, sino al silencio de las Enfermeras. No sea que una Enfermera se atreva a opinar o mucho menos cuestionar alguna decisión médica.

En otro capítulo, la doctora desarrolla sobre esta idea de saludable silencio indicando: “Intensificará sus estudios para ser una Enfermera competente; tratará de superarse cada día sin invadir el campo médico... No juzgará a los médicos, sobre todo delante de los enfermos, ni opinará sobre las enfermedades y los enfermos...”

En tal sentido, la doctora es más que concluyente: “De las enfermedades y enfermos se encargará el galeno incuestionable, la Enfermera será su abnegada y sumisa asistente”.

Cada palabra tiene un significado, así como la imagen intenta dejar algún mensaje. En éste caso, el cuadro de la enfermera pidiendo silencio también lo intenta. ¿Quién no se ha parado frente a este dibujo preguntándose por qué está ahí indicando silencio...? Este término durante muchos años fue utilizado porque de ciertos temas no se hablaban. Esto tiene alguna relación con los hospitales porque, esté o no esa imagen uno por lo general tiende a no hablar… como si estuviera en una iglesia.

“La imagen significa respeto hacia el paciente que necesita silencio y también para que las enfermeras puedan trabajar cómodas”, aseguró Verónica Kaenel, enfermera universitaria.

Sin embargo para otro estudiante a este símbolo se lo puede ver desde dos puntos de vista: “desde el público, quiere decir que hay que hacer silencio porque hay enfermos internados”, comentó pero agregó que desde el punto de vista del enfermero, esto significa que éste no puede contradecir al médico porque es quien tiene la autoridad para hablar, opinar y decidir.

Por su parte Verónica Vega, auxiliar de Enfermería quien trabaja actualmente en el Hospital Garrahan manifestó que para ella ese símbolo es solo un signo de respeto por el paciente que se encuentra internado.

Parece ser que los enfermeros tienen que pedir permiso para hablar en serio de aquello que piensan... y luego deben pedir disculpas por haberlo dicho. No poseen jurisprudencia en el pensamiento, en la reflexión, sino exclusivamente en la acción... pero ojo: en la acción prescripta y monitorizada por otros más acreditados.

“He tenido en mi carrera la buenaventura de poder dedicarme a la docencia desde bastante joven. Al presentarme a los respectivos cursos, antes del inicio del dictado de la cursada, lo primero que me preguntaban algunos estudiantes - la mayoría de los cuales doblaba mi edad - era cuántos años de experiencia tenía, si me desempeñaba en algún servicio de Enfermería, qué estudios poseía y si éstos me habilitaban para la docencia... consideraban que mi juventud me obligaba a exhibir mis “credenciales” antes de tratar de impartirles cualquier conocimiento”.

“En poco tiempo esta “tirantez” generada por la desconfianza de disolvía en la relación docente - alumno que se establecía, a mi parecer, en forma bastante armoniosa. No obstante ello está de más tratar de expresar la incomodidad que aquella situación me generaba, sobre todo en mis primeras experiencias como docente”.

“Aún hoy, cuando comento a algún colega que estoy escribiendo un ensayo sobre la educación en Enfermería, por ejemplo, lo primero que atina a preguntarme es en qué teorías pedagógicas me basaba para encarar semejante tema - cuando solo le comenté el área a la que me iba a referir, pero no el tema -. Subyace, en forma más sutil que en el ejemplo anterior, la cuestión de que si mi formación me habilita o no para tratar tal o cual tema”. (2)

Ya lo decía Donahue (3): “la Enfermería es la más antigua de las artes y la más joven de las profesiones”. Es, tal vez, esta juventud la que inspira desconfianza por su aparente inexperiencia en la manifestación de sus saberes acuñados durante tanto tiempo. De tal manera que hasta hace dudar sobre la existencia de los mismos.

Y es que estos saberes están allí, agazapados, esperando el momento de surgir como un viento renovador, oxigenando las comunicaciones entre los individuos y los sistemas de salud.

La Enfermería es el nexo que todo sistema de salud necesita para llegar con eficacia a la comunidad, por experiencia, por afinidad y por competencia profesional.

Es en esta disciplina en la que tiene que encontrar los pilares para el desarrollo de mejores políticas de salud, con mayor eficacia, mayor eficiencia y, por sobre todas las cosas, con mayor equidad.

No hace falta ser sociólogo ni antropólogo para hablar de las costumbres, hábitos, formas y condiciones de vida y trabajo de los enfermeros como grupo social con una identidad definida.

No es necesario haber alcanzado el nivel de filósofo para discurrir sobre los modos de pensamiento que rigen muchas de las decisiones de Enfermería. No es menester haberse titulado en Abogacía para expresar las ideas acerca de las leyes que regulan el ejercicio de la profesión.

No es condición ineludible haberse doctorado en Psicología para tratar de hacer algún comentario sobre los temores, ansiedades y alegrías por las que atraviesan diariamente los enfermeros...

Quizá está demás advertir que es necesario poseer un relativo grado de conocimientos e información actualizada sobre los temas que se desean abordar para no caer en ese ejercicio tan común de la “charlatanería”, que en nuestro país adquirió, incluso, nombre propio: “chantada”.

A tal fin cada uno se instruye, lee, consulta con expertos de su propia y otras disciplinas, discute, se pelea, congenia - con otros y consigo mismo -. Pero siempre trata de llegar a conclusiones debidamente fundamentadas.

El reconocido periodista y pensador contemporáneo Jean-François Revel (4) lo expresa de la siguiente manera: “la opinión, aunque simplemente plausible y desprovista de certeza absoluta, puede ser alcanzada o no de manera tan rigurosa como fuera posible, basándose en un honrado examen de todos los datos a los que se tuviera acceso. La conjetura no es arbitraria. No requiere ni menos probidad, ni menos exactitud, ni menos erudición que la ciencia. Por el contrario, requiere tal vez más, en la medida en que la virtud de la prudencia constituye su principal parapeto. Pues el interés por la verdad, o por su aproximación menos imperfecta, la voluntad de utilizar de buena fe las informaciones a nuestro alcance, derivan de inclinaciones personales totalmente independientes del estado de la ciencia en el momento en que se vive.”

Pero esto para muchos parece no ser un requisito suficiente y es, simple y tristemente, porque somos enfermeros.

Todos los días vemos en programas de televisión, escuchamos en radio o leemos en revistas de salud o, incluso periódicos de toda índole, notas o artículos presentados, expuestos o firmados por diversos profesionales y técnicos (médicos, psicólogos, kinesiólogos, masoterapeutas...) enunciando opiniones a diestra y siniestra sin que ningún interlocutor, televidente, radioescucha o lector, se comunique con el medio del que se trate para increparle sobre si su edad, su experiencia o su título habilitante lo autoriza a tratar dichos temas.

¡Por supuesto que no! Y es que, al parecer, todas las disciplinas parecen estar habilitadas para pensar críticamente, salvo la Enfermería.

Sino, a las pruebas me remito: Las investigaciones, ensayos y otras producciones intelectuales de la Enfermería son solo destinadas a los propios enfermeros en congresos, jornadas y revistas especializadas, pero nunca desbordan este exclusivo ámbito.

En los medios masivos de comunicación antes mencionados no existen espacios ocupados por Enfermería, cuando por nuestras incumbencias, en lo que atañe a educación, prevención y promoción de la salud para la comunidad, deberían ser uno de nuestros ámbitos de desempeño obligados.

No hace falta aclarar aquí el perjuicio que estas limitaciones autoimpuestas significan para la conformación de la imagen social que anhela consolidar la profesión.

Pero, si como diría el filósofo: “el pensamiento es acción”, ya es hora que sacudamos un poco el polvo de las neuronas y nos pongamos a trabajar al respecto.

(1) ROMERO JÁUREGUI DE POSSE, A. El arte de cuidar enfermos (manual de enfermeros) 7ª Edición Librería

Vazquez Editorial Buenos Aires, 1957.

(2) DURANTE, S. Claves para pensar la Enfermería Universidad MAIMONIDES Buenos Aires, 2003.

(3) DONAHUE, M. P. Historia de la Enfermería, Ed. Harcourt-Mosby, España, 1985

(4) REVEL, J. F. El conocimiento inútil, Premio Chateaubriand 1988, Editorial Planeta,Buenos Aires, Argentina, 1989

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